viernes, 27 de noviembre de 2009

EL MITO 'DIOS CREADOR'

Hasta hoy la historia de la humanidad han conducido dos clases de personas: unos que niegan la existencia de Dios y otros que la afirman. Los que afirman dicen creer en Dios y los que no creen dicen lo contrario. Los primeros se han organizado en instituciones llamadas religiosas y, los segundos, han llegado a formar una especie de grupos o congregaciones y otros se han declarado abstemios o simplemente contrarios a los que dicen que creen en Dios. En palabras más sofisticadas, los teólogos de los primeros, se han denominado inconcientemente ‘teístas’, no solo a ellos mismos sino, también, a todos los miembros que componen cada una de las religiones, los creyentes. De la misma manera, esos mismos teólogos, se han dado el lujo de catalogar, a aquellos que no creen en el tipo de Dios que enarbolan ellos, de ‘ateos’. La conclusión lógica es que: los que han conducido la historia de la humanidad fueron los ‘teístas’ y los ‘ateos’. ¿Cuál es la causa de esa fragmentación?

Los ‘teístas’ han construido religiones cimentado en torno a la idea de ‘Dios Creador’ y los ‘ateos’ se han cimentado bajo la consigna de retar a los primeros o sublimar al ser humano, pero lo han encarado su trabajo, abiertamente, como reaccionarios respecto de los primeros. Estos tipos de personas, a lo largo de la historia, han venido protagonizando una serie de disturbios a nivel social y religioso: unos afirmando, a toda costa, la existencia de Dios y, otros, negando, también a toda costa, la no existencia de Dios. Pero ambos no han dejado de ser extremos ya por no ponerse de acuerdo o por mera autoafirmación. Sin embargo no han tenido la osadía de caer en la cuenta de que ambos son fenómenos sociales, no tienen nada que ver con la esencia del ser humano o con la religión en sí. El ‘Dios Creador’ ha sido simplemente un pretexto o un justificativo para encarar una determinada ideología afirmativa o una negativa frente a esa primera tesis positiva.

Ahora bien, tanto el ‘teísmo’ como el ‘ateísmo’, siendo fenómenos eminentemente sociales, son completamente irrelevantes porque solo son dos orillas contrapuestas, dos gallos en pugna, dos frentes, dos periferias, pero ninguno es el centro, el equilibrio, el río mismo, la esencia misma. Las religiones son solamente periferias de lo esencial y toda periferia no es sino política porque supone una organización, un interés, una acción social, un programa, un proyecto para su propagación, etc. Son políticas que se autodenominan religiones.

Todas las religiones creen y han enseñado que Dios creó el mundo, todo lo que existe y también la humanidad, y con tales afirmaciones, ha querido hacer de Dios una realidad. Como de Dios ha hecho una especie de realidad, necesariamente, al ser humano lo ha subordinado a él, convirtiéndolo en esclavo, marioneta o un simple títere. Pero si ése fraude fuera verdad el ser humano no tendría la más mínima libertad porque un esclavo, una marioneta o un títere, en su totalidad, no tendría vida o alma propia.

He asistido a una presentación de títeres para niños. He constatado que los titiriteros estaban debajo de la mesa jalando los hilos de los muñecos. Pero los niños que veían el asunto, por el hecho de ser fantásticos como todo niño, se deleitaban con todo lo que, al parecer, los títeres hacían y hablaban. Para ellos no era una realidad ficticia sino una verdadera realidad, quizá, todo cuanto estaban viendo. Sin duda era divertido y contagiante el éxtasis de los niños. Yo pensaba que los titiriteros podían hacer, también, de verdaderos payasos ya que los niños que se habían dado cita a tal evento se morían de la risa. Su éxtasis era inmenso y estaban completamente complacidos. El titiritero jalaba los hilos y el títere habría la boca; el titiritero jalaba los hilos y el títere movía las manos; el titiritero jalaba los hilos y el títere movía los pies, el titiritero jalaba los hilos y el títere movía la cabeza…; en fin, siempre que el titiritero jalaba los hilos el títere o lloraba o cantaba, o bailaba o mataba, o robaba o cantaba, o reía o iba a la guerra… pero nada hacía por sí mismo. Su dependencia era absoluta respecto al titiritero, pues sin él, no era más que un muñeco o una marioneta inerte, algo muerto.

Si Dios hubiera creado el mundo y a toda la humanidad, la realidad del ser humano sería la de un títere, pues todos lo hilos estarían en su mano y hasta tu propia vida. Reiteramos: no habría la más mínima libertad. Él tira los hilos y tú bailas, jala el otro y tú ríes, tira los otros hilos y tú matas, etc. etc. En manos de ese ‘Dios Creador’ no eres más que un títere o una marioneta. Entonces allí se desvanece toda responsabilidad y se ve con claridad que el pecado o la virtud no son más que ficciones. Simplemente no existen. Es absurdo hablar de santos y pecadores. Desaparece la cuestión de lo bueno y de lo malo porque sólo eres un muñeco. Y un muñeco no puede ser responsable de sus actos. La responsabilidad sólo le corresponde al que tiene libertad para actuar. O existe Dios o existe la libertad. No pueden existir ambos; no pueden coexistir. Por lo tanto, aceptar a un ‘Dios Creador’ es destruir la dignidad de la consciencia, la libertad y el amor. Esto es lo mismo que arrebatar toda la responsabilidad al ser humano y despojarlo de su libertad. Y toda la existencia se convierte en mero capricho de un Dios dictador. Por eso El ‘Dios Creador’ es igual a ‘Dios Dictador’. Es exactamente lo mismo. Pero todo ello está bien en cuanto a la lógica y a la razón se refiere. Miremos no más las consecuencias múltiples de la aceptación del ‘Dios Creador’. Éste tipo de Dios te da la posibilidad de que, si te ha creado, puedes des-crearte en cualquier momento. Veamos:

El paladín de la mente contemporánea, Lidwig Feuerbach, pensador alemán, declaró: “No hay Dios. Dios no existe como realidad objetiva. Es tan solo la satisfacción de un deseo. El hombre quiere volverse omnipotente, omnipresente, omnisciente. El hombre quiere volverse Dios; ese es el deseo del hombre, el deseo de volverse infinito, el deseo de volverse inmortal, el deseo de volverse absolutamente poderoso”. Dios es sólo un sueño psicológico, es solo una proyección de la mente humana, es el infinito deseo del corazón humano, porque Dios no tiene ontología ni es una realidad objetiva. Este fue el primer martillazo a la creencia ciega en Dios.

El segundo heraldo de la mente contemporánea es Carlos Marx. Su paradigmática frase muy conocida canta: “la religión es el opio del pueblo”. Para Marx Dios no es más que opio, droga, tranquilizante, cansuelo y ayuda. El dolor humano es tan intenso que necesitas de un analgésico y, ese analgésico, es Dios.

Las religiones organizadas a lo largo de su operación política han sembrado mucho sufrimiento, culpa, aflicción, desgracia y, con ellas, han manipulado la consciencia del ser humano debido al fanatismo de sus funcionarios. Han adormecido la consciencia humana. Eso es lo que Marx constató, especialmente en el occidente. Vio cómo sus funcionarios han venido repitiendo las bienaventuranzas de Jesús para consolar a los pobres: ‘bienaventurados los pobres’. Y ¿por qué ‘bienaventurados los pobres’? Porque ‘heredarán el Reino de Dios’. Lo mismo ocurre con otro dicho de Jesús: “los últimos serán los primeros, y los primeros serán últimos”. El pobre con su miseria se asegura el paraíso. Claro con semejante afirmación el pobre se siente verdaderamente feliz y se olvida de su pobreza. Y es lógico que cuando la gente es desgraciada, sufrida y carga con la consciencia de culpabilidad, tiene una forma de soportarlo: imaginando un futuro mejor. Por eso y más Marx declaró que ‘Dios es opio’, consuelo y ayuda para la gente pobre.

Evidentemente si la gente es pobre y padece muchos sufrimientos, necesita un sueño un consuelo para tranquilizarse; un sueño que le pueda dar esperanza. La gente vive perdida en la desdicha, la desesperanza, la aflicción y le viene bien una promesa futura paradisíaca. Así que cuanto más pobre, tendrás un puesto más elevado en el paraíso; si tienes una mujer fea o vieja, en el paraíso tendrá las que quieras, las más hermosas, nunca envejecerán. Sus cuerpos serán dorados y siempre tendrán dieciséis años. Puedes conseguir toda clase de bebidas, tendrás arroyos de vino, de alcohol, de güisqui, puedes beber todo lo que quieras, bañarte y empaparte con él.

He escuchado una recomendación de un director de colegio. Viendo la excesiva adicción a la bebida de algunos alumnos. Les dijo:

‘Si les gusta la bebida, por ahora, aguántense jóvenes. ¡Están en el colegio! Pero cuando hayan terminado el colegió, pueden instalarse un tanque de alcohol y, del tanque a su cama, una manguera colocada con grifo y podrán tomar la cantidad que quieran. Incluso pueden bañarse con el y empaparse’.

Quién sabe del momento siguiente, al menos siendo joven de quien pasa todo tipo de cosas por su mente, pero era un modo de intentar calmar o tranquilizar la mente juvenil por parte del director. Sin embargo la recomendación tampoco funcionó, de modo el que profesor, en otra ocasión les amenazó:

“La siguiente vez, si les pillo en las mismas condiciones, yo mismo les invitaré a tomar cerveza. Reuniré tal cantidad de dinero para que haya tal abundancia para que bebamos juntos. Yo beberé junto a ustedes y, cuando ustedes, estén bien bebidos, cuando su estómago esté bien inflado, les agarraré a ‘puño limpio’. ¡A ver si resisten!”. Con esas palabras, el director, terminó su discurso. Al parecer no estaba en sus cabales para amenazar a los jóvenes que calladamente se mataban de la risa.

Sin duda ni las promesas de futuro, ni las amenazas funcionarían con la mente juvenil. Tal vez, tanto Fouerbach y Marx, tenían esa mente juvenil por eso dijeron lo que dijeron respecto de Dios enarbolado por las religiones organizadas. Pero lo cierto es que la promesa de futuro es siempre un paraíso antropomórfico pretendido y la amenaza resulta siempre un infierno también antropomórfico y fruto del odio o la venganza. Si esto es así, tanto el paraíso como el infierno, no son más que nuestra proyección psicológica, resultado de la mente enfermiza, del delirio de los reprimidos y de los enfermos mentales.

Marx tenía la plena convicción de que los sueños proyectados por las religiones organizadas son consuelos para los explotados y los oprimidos. La religión era solo una artimaña, una estrategia, un truco de los maniáticos, de los fanáticos, para explotar a la gente, para someterlos y para apagar el fuego de la rebelión. Tal fue el golpe a las creencias que terminó provocando reacciones inmediatas en los teólogos que le han tachado de ‘ateo’ por haber sacado a la luz una verdad.

Otro de los representantes contundentes fue Friedrich Nietzsche y su famosa frase: ‘Dios ha muerto, por tanto, el hombre es libre’. Nunca antes se ha escuchado semejante declaración madura de un ser humano. Ésta declaración es el desemboque natural de un contexto anclado en la sola razón, la sola lógica y el solo intelecto. Aunque el mismo Nietzsche también ha declarado: ‘he salido de la casa de los eruditos y he dado un portazo al salir’, no deja de ser el mayor representante de la lógica y de la razón, propia de la mente lógica alemana. Alemania es el país de los profesores, de los lógicos, de los eruditos, de los testarudos. Y eso es claro: intenta convencer a un alemán, simplemente, no podrás, porque es la mente más terca que existen en la tierra. Por eso esa mente está al borde de la locura y de la esquizofrenia. La mente alemana es un verdadero desperdicio humano.

Sin dura, la afirmación de Nietzsche es extraordinaria, en cuanto a racionalidad y a lógica se refiere, pero como posteriormente, los teólogos más fanáticos dijeron: ‘si Dios ha muerto y el hombre es libre, todo está permitido’, arguyeron el extravío en el simple libertinaje. Y es verdad en un cincuenta por ciento porque en el fondo, éstos teólogos, están defendiendo su Dios, fuente de su negocio lucrativo y sobrevivencia para seguir engañando a la gente con sus consuelos. Lo que se tendrá que ver es que: el hombre es libre pero ¿para qué? ¿Con qué objeto? Primero si se elimina a Dios o se declara su no existencia y el hombre es libre, significa que el hombre puede hacer cualquier cosa, buena o mala; no hay nadie quien lo juzgue; nadie que le perdone. La libertad, evidentemente, se convierte en libertinaje. Segundo si eliminas a Dios, dejas al hombre totalmente vacío, rompes su cordón umbilical en el mismo seno de su madre y, la criatura, obviamente, morirá. No sobrevivirá. Has hecho una acción muy prematura. Aquí se viene el ¿para qué? o ¿con qué objeto? Una acción lógica es siempre una acción prematura, homicida y suicida. Una acción lógica supone que no has evolucionado, eres un reprimido, antinatural, aún eres un mono sin consciencia, otra vez un títere o una marioneta.

Una arañita construyó su telaraña entre las tejas del viejo techo. Eran tiempos de abundancia cuando se instaló en el lugar. Había mucho insecto para su sobrevivencia. Un día se le acabó la comida y llegaron tiempos de crisis alimenticia en aquel espacio. Entonces empezó a proyectar otras alternativas.

Desde el tejado se divisaba que entre las viejas tablas de abajo había bastantes insectos, por lo que tomó la decisión de mudarse hacia la zona. Construyó prontamente una tela que le ayudara a bajar al sector y así fue.

Conseguido el objetivo empezó a instalar su nueva morada que dependía del hilo principal por la que se había mudado al sitio. Allí vivió bastante tiempo, entre la abundancia, que terminó olvidando su morada anterior.

Un día cayó en la cuenta de que la cuerda por la cual había llegado a aquel lugar sucedáneo era inútil, pues su casa estaba ya bien instalada y segura. Entonces tomó la decisión de cortarla, pensando que ya no prestaba una utilidad fundamental. Lo cortó sin tomar en cuenta, para nada, que esa cuerda principal era la que sostenía toda la construcción de su nueva casa. Por lo tanto en cuanto rompió la cuerda toda su construcción se vino para abajo y, con ella, también la arañita, llegando a caer, ella misma, atrapada en su misma red. Y completamente enredada en ella, la pobre, murió.

La racionalidad tan sublimada y la lógica tan enarbolada, especialmente en occidente, no puede tener un desemboque distinto sino como el de Nietzsche. El decir que ‘Dios ha muerto…’ es lo mismo que eliminar o deshacerse de Dios para dejarlo a hombre colgado de la nada, totalmente vacío y sin sentido. He ahí el extremo de la racionalidad y de la lógica. Por eso todos los teólogos y los eclesiásticos se levantaron en su contra y prohibieron la venta de sus libros, porque representaba la mayor amenaza para su Dios artificial y, por ende, para su pervivencia. Sin embargo eliminar a Dios está perfectamente bien porque es una idea, una hipótesis o un objeto artificial que representa la amenaza más grande o el peligro más enorme para la libertad del ser humano. Lo que no hay que perder de vista es, exactamente, lo que pudo hacer la arañita: no haber cortado la cuerda que unía la antigua con su nueva casa. Con ello nos estamos refiriendo a tu madre, nuestra madre, la existencia, para darle sentido, significado, creatividad, consistencia, al ser humano; para que pueda encontrar su existencia eterna.

El hecho de que tú estás arraigado en la existencia te concede la transformación de tu propia conciencia y con ella un discernimiento tal que no podrás hacer el mal. Esto no es un mandamiento de un Dios hipotético, externo, del tipo periférico gracias al cual superviven las religiones. No. Surge de lo más profundo de tu ser, de tu centro mismo, de tu esencia, de tu condición existencial. Una vez que conoces el centro de tu ser, una vez que sabes que eres uno con el cosmos, con el flujo de la vida, con la existencia que va de eternidad en eternidad, te será imposible hacer algo malo, será imposible causar el mal a alguien, imposible cometer pecado, ofender, odiar, hacer guerras, etc. Esto es cuestión de consciencia, no es cuestión de obediencia a un determinado mandato hipotético, tan enormemente idolatrado, que dice: ‘dominen la tierra y sométanla’, lo que hoy por hoy es más que una causa de que todo el mundo, entre comillas “civilizado”, estamos sentados encima de un volcán que en cualquier momento puede erupcionar… Es verdad que el ser humano es libre, pero su libertad solo podrá ser una enorme bendición, una gran alegría, una inmensa celebración, un extraordinario regocijo, si está enraizado en la madre existencia. Esta es la enorme gloria del hombre como ser existencial.

Eso le faltó a Nietzsche. Quizá tienen razón algunos orientales cuando dicen que el gran gigante, Nietzsche, nació en un lugar equivocado pues el contexto o la mente alemán no brindan las condiciones necesarias para un gran gigante de la talla de Sócrates, un Jesús, un Buda, un Zaratustra, un Krishna, el mismo Nietzsche y otros que en contadas oportunidades produjo la existencia. Alemania, definitivamente, no estaba preparada para recibir a un gigante como Nietzsche ni aún hoy, porque allí están instalados los profesores académicos, los lógicos, matemáticos, y los racionalistas que siempre se han caracterizado por su mente embotada, por la lógica aristotélica. Dentro de ese contexto, un irracional (aquel que fue más allá de la razón) como Nietzsche, no pudo terminar sino en el manicomio, es decir, individuos como él terminarían siempre volviéndose locos. Por tanto esa mentalidad está bien para los mediocres, infantiles, profesores, matemáticos y lógicos.

Nietzsche es el climax de la lógica y la racionalidad. Dios como era un objeto, una hipótesis o una idea, daba lo mismo negarlo completamente o afirmarlo. Quien lo afirma es un mentiroso porque no sabe qué es lo que afirma y quien lo niega casi siempre ha terminado en el manicomio. Por tanto ambas posturas son simplemente irrelevantes. Que exista Dios o no, es completamente irrelevante y sin importancia. Un mito como el de ‘Dios Creador’, repetido por siglos y siglos, puede convertirse casi en una verdad, además de representar un consuelo; lo mismo puede ocurrir con una mentira, repetida por generaciones y generaciones, se puede convertir casi en una verdad y, sin embargo, podría llenar el interior de las personas. Y eso es exactamente lo que ha ocurrido. Dios ha sido un consuelo para la gente, frente a su terror, temor, desgracia, desdicha, conciencia de vejez y de muerte, del más allá, frente a una oscuridad desconocida.

Dios ha sido un enorme consuelo aunque fuera una gran mentira. Pero, tal como ha sucedido, las mentiras pueden consolarte, pues a veces son más agradables y dulces para el gusto. Pero cuando caes en la cuenta de ese evento mafioso quedas vacío, frustrado y desconfías de todo el mundo: de tus supuestos líderes, profesores, doctores, políticos, religiosos, quienes te han engañado continuamente y tú no has sido más que su víctima. Pierdes a tu Dios y pierdes tu consuelo. Eso es lo que ocurrió con Nietzsche y sus seguidores: Soren Kierkegaard, Jean Poul Sastre, Gabriel Marcel, Jaspers, Martín Heidegger. Todos estos hablan del sufrimiento humano, la ansiedad, la angustia, la falta de sentido, el terror, el miedo y su gente los llama existencialistas cuando no lo son en absoluto. Son exactamente contrarios al existencialismo. Esa visión negativa de la existencia te hace sólo un accidente, es decir, que estés aquí o no, no le importa a la existencia. Y por lógica consecuencia el ser humano es denominado como ‘pasión inútil’, una ‘caña pensante’, un ‘ser para la muerte’, etc. es lo mismo que decir que eres un muñeco, un títere, una marioneta en manos de un Dios dictatorial. Esa visión tan negativa de la existencia ha generado tanta locura en el occidente que llama a sus filósofos existencialistas cuando son meros accidentalistas.

Que Dios haya muerto está perfectamente bien. Los occidentales deberíamos estar sumamente agradecidos por el gran servicio que Fouerbach, Marx, Nietzsche, Freud, Darwin y otros, han prestado a la humanidad. Ellos son nuestros verdaderos profetas. Ellos han limpiado la consciencia humana que estaba llena de creencias innecesarias. Han preparado el suelo, han dejado limpio para que no crezcan las creencias, las proyecciones, los deseos de lo desconocido, fantasmas, almas benditas, ni ninguna otra porquería. Hasta ahí estos profetas han hecho la primera parte: preparar el terreno. Pero en este terreno preparado nadie se animó a plantar rosas pues, hasta ahora, el terreno se ha convertido en un desierto. El hombre ha creado la ansiedad, su vida se hizo escurridiza, pero encontró un mecanismo para prevenir ese mal: la represión. Esa ansiedad ha reprimido, durante siglos enteros, ajustándose a un partido, a una iglesia, a una cofradía, a una secta, a una religión, a una sociedad. Ahora el hombre está funcionando como un esclavo y la represión de años y años, anda suelta. El hombre se está volviendo loco debido a la ansiedad en el desierto de su vida.

Ahora se esfumaron las mentiras de las cuales estaba llena tu mano, las cadenas están desatadas, se ha roto el candado, el hombre ya no es esclavo, las puertas del calabozo están abiertas de par en par, por primera vez eres libre, pero ¿qué está haciendo aún dentro del calabozo con tu religión, creencia, fe, credo, dogma, etc.? ¿Te ha llegado a gustar? ¿Te has acostumbrado? ¿Por qué sigues ahí? ¡Embárcate en una exploración! ¡Ve hacia delante! Toda la existencia es tuya. Explórala sin ningún concepto, prejuicio, dogma, fe, filosofía, teología, con la consciencia abierta y, en la profundidad de tu existencia, allí donde tú y tu madre, la existencia son uno, te tropezarás con Dios. Ese Dios será el Dios de tu experiencia. Un Dios completamente nuevo, totalmente nuevo, absolutamente nuevo; el Dios que por experiencia propia has conocido; que no es un Dios en el que tienes que creer. Ese será el Dios vivo que late en tu corazón, que respira, que florece en los árboles, que canta canciones en los pájaros y los ríos. El Dios que canta en las montañas, en los vientos, las olas del mar, en las estrellas. Éste es el Dios de la vida. No es ese Creador que está en algún lugar, en el cielo. Es el Dios que está aquí y ahora, en mí, en ti, en todos. Es el Dios equivalente a la totalidad de la existencia, sinónimo de EXISTENCIA. El camino hacia ese Dios está abierto: es el camino de la inteligencia y del corazón. Los grandes gigantes, nuestros profetas: Fouerbach, Marx, Nietzsche, Freud, Darwin…, han hecho lo suyo y a ti te toca la parte siguiente.

Ya no hay ningún mapa que te puede guiar, ni un croquis que te pueda conducir, ni una iglesia que te puede decir que por ahí es la ruta, ni cultura, ni sociedad, ni religión, nada absolutamente nada. Uno tiene que apoyarse en uno mismo, volar con tus propias alas, tendrás que volverte independiente, sólo así tu vida será una verdadera aventura y un florecimiento de la libertad. Estás rodeado de lo inexplorado, no te distraigas con las palabras de tus líderes políticos y religiosos. ¡Explóralo! Toda la existencia se ha vuelto un enorme misterio. Éste camino es para los valientes, corajes y para los peligrosos, quienes resultan frente a la gente corriente. El individuo tiene que volverse individual, uno tiene que ser uno mismo, uno tiene que decidir a dónde ir, qué hacer y quién ser; sin Dios y sin convicciones, sin leyes, sin mandamientos o consejos, sin reglas, sin normas, sin principios. Solo así florecerá en ti la existencia porque como dice el lema existencialista: “la existencia precede a la esencia, es decir, la naturaleza humana esencial no existe. El hombre crea lo que es, el hombre se proyecta a sí mismo”. Esto quiere decir que el significado tiene que ser proyectado, tiene que ser creado y tiene que florecer en tu ser. He ahí la gran responsabilidad de cada ser humano. Eres tú quien tiene que lograr la dignidad de un individuo libre, libre de convertirte en un Cristo o un Buda. Ese es el objetivo supremo de la libertad y la experiencia de ella te conduce a la eternidad, a las raíces del cosmos y de la existencia, tu madre.

Dios solía ser la vida, su sentido, su ser mismo, su consciencia y, debido a esa comprensión han aflorado dichos como éste: el ser humano está compuesto de tierra, fuego, agua, aire y cielo, una vez que estos elementos se juntan se produce la vida como subproducto. Cuando estos se separan se produce la muerte y la vida desaparece. Otras religiones dicen que todos los seres contienen esos elementos pero el ser humano, además de ellos, tiene la razón y, eso, hace de él un ser superior a los otros. Todos esos acertijos se han creado en torno al mito de ‘Dios Creador’.

Si queremos crear un nueva clase de religión tendremos que crear, ya no sobre la base de ‘Dios Creador’, sino, sobre la base de Dios Creatividad porque, si observamos la existencia con optimismo o positivamente, toda la existencia es un proceso de creación continua. No ha sido creada por nadie; es divina en sí misma. La palabra Dios no significa creador, significa creatividad. El ‘Dios Creador es un mito’, no es que ello esté mal sino, es algo coherente con su tiempo y la infancia del ser humano. Pero ahora ya no es viable un ‘Dios Creador’ para seres humanos más crecidos, maduros y adultos. ‘Dios es Creatividad’ y el ser humano creativo se vuelve parte de esa gran creatividad existencial.
Sólo así entenderemos que la religión es una relación amorosa con Dios, con lo esencial, con el Todo, con la raíz misma de la EXISTENCIA. La relación suprema con Dios es peligrosa porque cuanto más te vas acercando más te vas evaporando porque ‘la existencia precede a la esencia’. Morir en Dios o morir en la Existencia es la única forma de vivir. Religión es quitar las trabas entre la parte y el Todo, es demoler la muralla china que las mal llamadas religiones han construido, es quitar todas las barreras que interfieren tu relación con la existencia. Solo así la vida será una fiesta, una celebración, una dicha, un gran gozo, una gran bendición que florece en tu ser.
Khishka

TEOLOGÍA ESPONTÁNEA

(Hablar de Dios sin más)

CAPÍTULO I

A CERCA DEL QUEHACER TEOLÓGICO

Los teólogos no han sido suficientemente corajes para decir abiertamente de qué tipo o clase de Dios nos hablan. En el fondo a Dios lo han presentado siempre como utopía, esperanza, objeto de creencia, de fe; como idea o hipótesis. Dicha política o ideología, llamada equívocamente ‘teología’, más que realidad, ha sido producto de la ficción, de la imaginación, de la abstracción, por eso, de la irrealidad; ha sido siempre artificial, adornada con ideas, políticas e intereses ilusorios; ha sido siempre, refiriéndonos a sus mayores logros, sólo un mero reformismo, en lo que respecta a su acontecer, es decir, en cuanto a la promoción de la idea ‘Dios’ se refiere. Esta idea lo han venido revistiendo con espléndidos términos como vida, ‘justicia’, solidaridad, humildad, paz, fraternidad, etc. Pero, este mismo hecho, a lo largo de la historia, se ha convertido en algo rimbombante, sin sentido y repetitivo, aunque ellos sigan queriendo darle sentido.

La teología de la liberación, inicialmente, quiso ser explosiva y revolucionaria pero no pudo más pues, tempranamente, sus mismos representantes la han cortado de raíz sus alas y sus teólogos hoy no resultan más que unos teóricos resentidos, revoltosos o contestatarios de la, también equívocamente nominada, teología clásica. Es decir, dicho sea de paso, siempre han hecho teología anclados en sus marcas religiosas y, por eso, su teología siempre ha pretendido presentarse como ‘la teología’ frente a las otras. Por eso, un teólogo, es siempre un musulmán, un católico, cristiano, hindú, judío, etc. en otras palabras, un mediocre, un infantil, un ‘bobo pero privilegiado’ que representa a un grupo sectario. ¿Acaso sólo al interior de los colores religiosos es posible hablar de Dios tal como lo vienen haciendo sus funcionarios? ¿Qué necesidad hay de que existan tantas teologías que ni entre ellas mismas se entienden? Todas son políticas, políticas revestidas de la famosa idea ‘Dios’ en función de una determinada jerarquía, de una clase, raza, pueblo, tradición, costumbre, etc. cuya base es el mayor dualismo enarbolado por siglos enteros: Dios y Hombre.

Eso hace que todas las teologías sean cerradas y delimitadas en sí mismas, por más revolucionaria que pretenda ser; terminan siempre absorbidos por la obsesión de competencia: que si lo propio es mejor o peor, si al otro (teólogo) me conviene o no aceptar; responde o no a mis intereses e inquietudes; todas se presentan constantemente mediante funcionarios caudillistas, mediante autoproclamaciones o autopromociones individuales y teóricas, etc. Sólo en estos últimos tiempos, lo teólogos llamados progresistas…, pluralistas, liberales, han tomado conciencia de este asunto. ¿Por qué rebajar o prostituir tanto la teología relacionándola estrictamente con una idea como es la idea de ‘Dios’ que, al fin y al cabo, es una idea y no otra cosa? ¿Por qué?

El teólogo de cualquier marca religiosa sabe muy bien que ‘Dios’ es una idea, pero sólo una idea, ¿por qué pretender presentarlo, a toda costa, como una realidad concreta lo que no es? ¿Hasta qué punto es humano, natural, coherente y real, seguir enarbolando esa idea? ¿Hay alguna razón vital o existencial puesto que lo único que tenemos en nuestras manos y a nuestra disposición es ésta vida y ésta existencia que están fluyendo simple y llanamente? ¿No existe un mínimo de inteligencia o de autocrítica en los teólogos? ¿Por qué no se deja de dar vueltas en torno a esa idea chatarra y se remplaza por una política abierta que tenga que ver con la vida que nos aqueja diariamente y la existencia que es sumamente compleja y paradójica? Sería una labor más viable. Pero ¿por qué aferrarse a ilusiones falsas, a ideas, imaginaciones, fantasías que no existen más que en nuestras mentes?

Si tanta pasión despierta, especialmente en los así llamados ‘teólogos’, los acontecimientos de la realidad humana ¿no es posible encarar una política abierta y completamente secular, sin disfraces de divinidad o de espiritualidad, a favor de los más empobrecidos, de la fraternidad, igualdad, libertad, paz, cordialidad, etc. en vez de repartir consuelos y esperanzas? ¿De qué sirve tanto hablar, escribir libros de teologías… y dar vueltas en el espacio sin resultado alguno intentando poner máscaras y disfraces con la bonita idea de ‘Dios’ a nuestras debilidades, atrocidades, tortuosidades, revanchismos, escándalos, triunfos, fracasos, glorias, etc. que no son ideas sino concreciones de nuestra mal llamada ‘civilización humana’? ¿Es que nuestra condición humana ha quedado olvidada y reducida a un nivel totalmente ínfimo o marginal? ¿No nos parece ilusorio e inútil ese trabajo que venimos haciendo?

Mirando bajo ese mar de preguntas me parece que el problema no está en las ideas de Dios que tienen u ofrecen las religiones y sus teólogos cuanto en nuestra condición humana en general. En primer lugar porque todas las religiones dan más crédito a su particular idea de Dios y a sus fuentes escriturísticas conservadas y transmitidas por tradición y costumbre. Y como es obvio allí tiene más importancia el ‘libro sagrado’ que la vida real a secas. En segundo lugar: por dar mucho crédito a esa idea de Dios se ha perdido completamente la confianza en el ser humano y sus potencialidades. En suma: se ha dado más importancia a Dios a costa de sacrificar al ser humano. ¡Esto no es posible!

Debido a este asunto, sea o no importante para las bases teóricas de la teología, entrevemos la raíz del problema, es decir, el mayor dualismo existente, a nivel teológico, entre Dios y el Hombre. Sin embargo, hoy por hoy, para comprender este problema, el teólogo clásico como el teólogo de la liberación (aunque éste último en menor grado) no está capacitado para este asunto porque, en lo que a nivel de conciencia se refiere, se parece más a un basurero de las campañas religiosas proselitistas y obsesivas o ideologías en un mundo de competencias que a un sujeto capaz de hablar de Dios con una consciencia limpia. Este, sin duda, es la adolescencia o el analfabetismo de la teología, cuyos funcionarios, los teólogos, se han estancado en una suerte de muchachos de doce o trece años… por tanto inmaduros y poco adultos. Caer en la cuenta de esto que venimos diciendo requiere de mucha inteligencia que sólo una conciencia rebelde podrá encararlo con inteligencia y eficacia.

Tener la consciencia rebelde es propio de ser humano despierto y alerta frente al tipo o clase de idea de Dios que ofrecen las religiones. Es esa condición lo que el teólogo tiene que recuperar si quiere ser coherente con la realidad vital y existencial para recobrar la confianza en el hombre (mujer-varón) porque el único problema que existe no es la idea ‘Dios’ sino nuestros ‘fanatismos y prejuicios’ que han puesto una piedra de tropiezo a la fluidez de la naturaleza de nuestra vida y la de todos los seres con quienes compartimos este hermoso mundo, esta tierra, nuestra casa común.

Los fanatismos, prejuicios, fundamentalismos, intolerancias, arrogancias y toda esa maraña de convenciones son los entes que han creado los problemas mayores para nuestra vida individual y colectiva. Esa maraña de convenciones ha creado en el inconsciente colectivo la ambición, la eficacia, la desdicha, la nostalgia, la obsesión y la competencia. El hecho de que la vida sea paradójica por naturaleza no es ningún problema. El problema enorme está en lo convencional que se ha impuesto sobre ella, sobre la naturaleza de la vida y sobre el flujo de la existencia, consciente o inconscientemente.

Entonces la actitud inteligente a tomar es, precisamente, el abandonar definitivamente lo convencional, esto es, el pasado como memoria, recuerdo, tradición, categoría, costumbre que se proyecta al futuro y se convierte en ideal, dogma, creencia, hipótesis… Ese modo de hacer un puente que secunda el ‘aquí y ahora’, el ‘presente’, el ‘momento’, es la raíz de todos los problemas y males mayores a nivel mundial. Sin duda toda la teología, que no es más que pseudo-teología o charlatanería ideológica hasta ahora conocida como ‘teología’, es absolutamente decadente y mediocre ya que, sus propios funcionarios, siguen moviéndose y autojustificando su papel enfatizando el pasado y proyectándose al futuro. Ese trabajo, en suma, no es más que un espejismo. Esas porquerías concernientes al pasado como al futuro han oscurecido y adormecido la conciencia del ser humano. Por eso, por un lado, el hombre se ha vuelto enemigo primordial de sí mismo, haciendo que la vida sea sofocante e insoportable; pero, por otro lado, debemos también reconocer la alternativa que nunca claudicó y que pertenece a la esencia de nuestra naturaleza, me refiero a su gran potencialidad o capacidad de devolver al mundo la felicidad y la dicha. Esa es la única alternativa que nos queda.

Por lo tanto las soluciones a los problemas que nos aquejan no son de otro planeta ni tampoco tiene que ver con algún ente extraño que quiera manipular a este mundo y, en particular, a nuestra naturaleza. No. La solución está en el coraje de abandonar las madrigueras convencionales y tradicionales, costumbres y fundamentalismos (puesto que lo único que han venido haciendo es poner trabas y zancadillas al curso de la naturaleza de la vida), categorías y dogmas, prejuicios y fanatismos, y adquiriendo una conciencia limpia, poder apurar el advenimiento del hombre nuevo cuya conciencia no esté dañada ni oscurecida por esos disparates… En fin la conciencia limpia y despierta es la única que podrá colaborar a éste fin anhelado y la conciencia adormecida, por las convenciones, fanatismos y fundamentalismos, solo traerá consigo la violencia y la destrucción.

Sin duda lo que conocemos como ‘teología’ (tanto la clásica como la de la liberación) es una pseudo-teología, llámese también política disfrazada de un discurso a cerca de la divinidad o, en términos más civilizados, ideología que sustenta consuelos, imaginaciones, esperanzas, engaños, fantasías e ilusiones. En todo, la teología hasta ahora conocida, es una fuente de autopromociones caudillistas, asistencialismos, pietismos, masoquismos, fundamentalismos, autotorturismos, intolerancias y toda una suerte de enfermedades psicológicas. Ese es el motivo para que hablemos de abandonar toda clase de máscaras y disfraces (tales como divinidad, espiritualidad, votos, piedad, caridad, bondad…) para ponernos manos a la obra y empezar a cambiar la estructura imaginaria del mundo y de la sociedad. El mundo actual no necesita de esos disparates o espejismos. No necesita promesas de futuro. Necesita concreciones, necesita respuestas, resultados, necesita ciencia, vivencia real y concreta, palpable, ‘aquí y ahora’, pero ya no consuelos, esperanzas ni fes, que no hacen otra cosa sino alienan y reducen la conciencia y la grandeza humana a lo meramente ínfimo, a lo estúpido, a un gusano que se arrastra porque le toca el turno o porque le espera un premio Nóbel.

La esperanza en un futuro próximo o lejano hace de la gente codiciosa y la memoria del pasado la hace nostálgica. Eso se ve claramente en el desempeño de la teología institucionalizada (la conocida hasta ahora), privilegio de una élite erudita, por tanto, cadavérico, embotado (carente de conciencia limpia) y sin vida, que responde no a la realidad presente sino a la nostalgia y a la codicia.

Los teólogos para dejar de hacer las cosas que vienen haciendo, tienen que desembarazarse de las máscaras y disfraces para empezar a confiar en el ser humano y sus potencialidades porque está en nuestras manos el hacer de este mundo un verdadero paraíso y no simplemente soñar o esperar que se cumplan ciertas promesas de ultratumba. El pasado ha pasado y no volverá nunca, el futuro es incierto, nunca llega ¿por qué seguir postergando aquello que nos es posible hacer? El destino del mundo que tenemos en nuestras manos no depende de pseudo-teólogos sino, sobre todo, depende cómo encaramos el presente, el momento, el ‘aquí y ahora’, que son parte de nuestra responsabilidad, sin anhelar cielos que no existen y sin lamentarse del pasado que ya no volverá nunca más. Un hablar más adecuado de Dios, porque no tenemos otra idea familiar como para que todos entiendan, será hablar de nuestro presente, de nuestras cosas, de lo que tenemos ‘aquí y ahora’ y cómo lo encaramos eficazmente en este preciso momento sin codiciar un cielo, sin temer un infierno y sin rememorar el pasado que ha hecho nostálgica de la humanidad.

Por esas razones, que me parecen serias, plantearemos aquí una teología espontánea, libre, más parecida a la teología del pájaro en vuelo, al de la gaviota en el aire, al del gato esperando a su presa, al de la poesía, al del canto, al de la danza, del arte, de la música, la pintura, en suma, a lo irracional (lo que está más allá de la razón), porque no está bien que el hombre solo sea racional, porque lo racional no es otra sino acumulación de ideas para convertirse en un depósito de convenciones; tampoco está en adquirir el ‘complejo de loro’ del cual adolecen los eruditos por ser buenos repetidores y memoriones. Por eso los teólogos de cualquier marca se caracterizan por su mente embotada, por ser un almacén de convenciones, un baúl lleno de cachivaches y otras tonterías fanáticas, verticalistas, autoritarias, proselitistas, demócratas, comunistas, socialistas, etc. Todas esas porquerías pertenecen a lo racional o a lo lógico, a un fragmento de la naturaleza humana. Y esto afirmamos con conocimiento de causa. Por ejemplo, en lo que a lo lógico o racional se refiere el hombre no ha desarrollado, según los científicos, más que el uno y medio por ciento de sus potencialidades lógicas y eso estirando las cifras. Ese desarrollo no es muy alentador que se diga. Esto quiere decir que más del noventa y ocho punto cinco por ciento de su potencialidad, por las cuales pervive como especie, es lo irracional a menos que en un futuro muy lejano (que supone millones y millones de años de evolución) se diga lo contrario. Esto, sin duda, es un error muy helenístico que por nadie ha sido objetado ni siquiera cuestionado mínimamente.

El hombre no es más animal racional, porque ese porcentaje es demasiado insignificante; el hombre es un animal irracional porque, lo irracional, supera en mucho a lo racional. Mirando con esos ojos al campo del quehacer teológico no llegamos ni siquiera a la mínima parte. Todo el lenguaje proferido a cerca de Dios como idea o hipótesis es una insignificante basura aunque a nombre de Dios se haya venido diciendo: favorecer a la liberación de los pobres, de la mujer, superar la injusticia, establecer la paz, promover un pluralismo religioso, etc. Todas esas cosas no son más que tipos de políticas disfrazadas de divinidad o de espiritualidad que si habría un político aceptable y honesto los llevarían adelante con una eficacia incalculable sin necesidad de ampararse en ideas como ‘Dios’ que, hoy por hoy, no es sino sinónimo de consuelo, fantasía, ilusión o disfraz. Las marcas religiosas son ideologías, es decir, el cristianismo es igual a imperialismo burocrático, el islamismo es igual a fundamentalismo intransigente, el hinduismo es igual a ateísmo… En suma, si uno se encuentra con un teólogo de esa marca, es posible constatar que solo cambia el nombre, el disfraz, la fachada y por dentro es la misma porquería. Eso es una gran verdad. En otras palabras, como aquí en Bolivia solemos decir: ‘la misma chola con otra pollera’ o ‘el mismo indio con otro poncho’. Sí, eso es lo que es. Esa es su verdadera definición: cualquier teología que provenga de una religión organizada es, otra vez, ‘la misma chola con otra pollera’ o ‘el mismo indio con otro poncho’. Entonces el teólogo y religioso no es otra sino un funcionario de una determinada ideología y de una política asistencial disfrazado de la idea ‘Dios’ que es su garantía de supervivencia.
La teología espontánea quiere ser una alternativa para el mundo actual porque no está supeditada a ninguna religión, política, privilegio, ideología, ejercicio de poder… No es cristiana, ni musulmana, ni hindú, ni judía. No. Es una teología vital y existencial donde quien habla no es la ortodoxia, su juego de palabras y sus acertijos; la buena reputación y sus privilegios; o la religión como organización cuya base es la fe y la creencia, sino, ante todo, la vida y la existencia donde Dios no está sino disuelto en el ‘Todo vital y existencial’. Con ello es posible superar la dualidad mayor, Dios y Hombre, y comprender todo lo que está ahí como un Todo del cual el ser humano y los demás seres, en su individualidad, son parte y están en absoluta interdependencia.
Khishka